Basada en la homilía de Monseñor Felipe Pozos Lorenzini del 1° de Junio de 2019
Cuando pensamos en una receta de cocina inmediatamente saboreamos lo que nos va a dar como resultado, nos imaginamos… si se trata de un pastel, la forma en que quedará, si se esponjará, si tendrá un sabor especial…etc. Empezamos a leerla y de ahí vemos si es fácil para nosotros hacerla, si tenemos los ingredientes, si nos hace falta comprar algo o si de plano le pedimos a alguien más que nos ayude a hacerla.
La receta que hoy vamos a presentar, si bien no es para hacer un pastel, es una receta muy especial que contiene cuatro pilares o pasos esenciales para lograr algo mucho más elaborado y a la vez permanente: sostener y cimentar una familia.
El Primer Pilar es la Oración Diaria: El Catecismo de la Iglesia católica dice lo siguiente “Dime como oras y te diré como vives, dime como vives y te diré como oras.” Esta que parece una frase hecha, nos refleja mucho más que eso, ya que nos rebela la primera llave maestra para abrir el corazón de la familia.
Es en ese momento de la oración, en donde hacemos un alto para recuperar fuerzas, cargar nuevas baterías, agradecer, pedir perdón o solamente contemplar y aprender de nuestros hijos. Y eso que puede parecer difícil en ese momento, se vuelve fácil porque se coloca en manos de Aquel que puede solucionar la vida entera.
El Segundo Pilar es escuchar la Palabra de Dios: Cuando queremos conocer a alguien y saber cómo es, dedicamos tiempo para escucharle; miramos lo que ha hecho, cómo se comporta con los demás, cuáles son sus ideales, objetivos, anhelos, etc. Y una vez que hemos observado y compartido tiempo, decidimos si es la persona que puede quedarse en nuestra vida o no. Aunque esto es una pobre comparación humana, nos sirve para ver que, si queremos de verdad ser amigos de Jesús, tenemos que conocerlo, ir a las fuentes que nos hablan de Él y que nos dicen cómo es, cómo vivió, cuáles eran sus metas, cómo las alcanzó y qué legado nos dejó. Conocer a Jesús, escucharlo para aprender y tomar sus actitudes.
El Tercer Pilar es participar en la Eucaristía: Para sobrevivir necesitamos alimentarnos y ese alimento tiene que ser saludable. Al acercarnos a la Eucaristía se alimenta no sólo el cuerpo sino también el alma y con ello crece la fuerza para sobrepasar cualquier obstáculo y dificultad. Una familia que se acerca a la Eucaristía, que ora y escucha la Palabra de Dios, es una familia que se fortalece y pone los medios necesarios para sobrevivir, porque busca el alimento más adecuado para cada miembro de la misma. Sólo con la fuerza de Dios se puede todo.
El Cuarto Pilar es una consecuencia de tener los tres anteriores y es el Compartir: Cuando la familia ha orado, escuchado y se ha alimentado, no puede quedarse con tanta riqueza, la consecuencia inmediata es compartirlo. Compartir el tiempo, el cariño, la capacidad de escucha, el poner atención a lo que quiere el otro, la alegría de saberse amados y el poder demostrar el amor verdadero.
Con estos cuatro pilares que son tan básicos y accesibles para cualquier familia, podrán sostenerse en medio de los embates del día a día y a la vez encontrar sentido a cada situación y circunstancia que se les presente. Sabrán y descubrirán que la familia crece y se hace más fuerte siempre que comparte sus experiencias, alegrías, tristezas, éxitos, esperanzas o fracasos y sobretodo siempre que pone en el centro de sus vidas a Alguien que puede sostener y hacer brillar cada minuto y cada instante de sus vidas.